Media noche

A la media noche, llega silenciosa la melancolía, entra en la habitación sin hacer ruido, como amante prohibida. Quiero ser feliz, y sólo eso tengo, el deseo de serlo; sin importar que de alguna manera pre establecida sepa que sin importar lo que suceda, mis ojos no tienen la inocencia de cerrarse a la tristeza.

Mis recuerdos son paisajes de color azul, llenos de grises como contraste y de calles lluviosas donde alguna vez me enamoraba. Extraño no saber, extraño aquel entonces en el que vivir era la búsqueda de hacerlo y no tener ya una colección de despedidas; algunas con más rima que otras, todas siempre tristes.

Sin embargo, ahora nace la sonrisa de haber vivido; ahora que ya puedo proponerme continuar sin volver por caminos ya recorridos, por fin, duermo sin soñar... otra vez, puedo dormir sin tener miedo de mis sueños.

Sé que regreso a mis basales, a mis estados cercanos al cero, donde cada molécula es lenta y sin importar la energía se mantiene así, calmada, inmóvil. No importa sentir las sombras, porque nunca le has temido a la oscuridad, verdad camarada? Es lo que pregunta la doncella de la soledad cuando me abraza con sus frías manos y logro reconfortarme en su regazo.

Media noche ya, y no hay ganas de dormir, porque ya no necesito dormir mis penas; porque no puedes escapar de algo que es parte de ti, y tampoco temerle; y así como llega la noche, así voy desapareciendo.

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