La partitura de la mañana, que abre con el sonido de los autos por debajo de nuestra ventana; las voces, el ladrido de los perros y aquel rebote metálico que aún no logro identificar... despertar andante, lento, como sonata de claro de luna; sólo el sonido y la oscuridad de mis párpados, la respiracion en suspiros, la no conciencia de tu existir a mi lado; todo como un manifiesto de mi alma retornando a mi cuerpo luego de un sueño que no recordaré, de mi cuerpo acostumbrado a la soledad de la mañana.
No hay sinfónica, y el universo se limita a lo que voy logrando reconocer con la conciencia en crescendo, aún no existes, porque para ello se necesitan más complejos procesos, porque ni siquiera puedo preocuparme por existir; porque hoy no te he soñado.
Segundo movimiento: Color - Allegro moderato
No es sino hasta varios segundos después que logro entender, no es tu piel la que ilumina la habitación; los instrumentos de cuerda que aguardaban escondidos en el silencio de mis ojos cerrados, inician sus primeras notas cuando el resplandor anaranjado de aquellas cortinas reposa en tus mejillas y refracta hacia mi retina; reconocerte por contraste en lo que es el indicio de una mañana soleada detiene mi latido y el compás parece tambíen detenerse, como una falla en el motrónomo, por un instante, dejo de respirar y eres tú el primer pensamiento del día y hoy declaro que estamos en otoño, por el color de las cortinas, por la tranquilidad, por las hojas que imagino van cayendo de los árboles que no existen, porque puedo amarte más en otoños que no se dejan ver... porque de seguro las mandolinas salen a pasear en otoño, y tu eres el jugar de sus cuerdas; eres música en mis ojos; partitura que se va escribiendo.
Recorro cada línea tuya, intentando dibujarte en mi, quiero que tu imágen no se borre, un concierto que nunca olvide, una sinfonía inconclusa que me lleve todos los días a mirarte otra vez buscando como continuarse; y por fin, hallo en tu boca ese enigma y me pierdo con los vientos en la sombra que tu nariz creativamente produce sobre la dulzura de tu expresión tranquila.
Sonrío, suspiro otra vez y comienza el tercer movimiento.
Tercer movimiento: Silencio - Adagio
Más lento, más que el andante; llega otra vez el silencio... Sí, ha habido y hay silencio entre tu y yo, y qué, si en toda partitura hay silencios, si el vivace los lleva también. Los he notado, han oscurecido algunos de mis días; hay silencio y qué, para mi es lo que precede a otro movimiento; es esperarte, parte de un todo que es escribir una sinfonía contigo.
Los medito, quieto, inmóvil; los repaso con cuidado mientras duermes; también les temo, también me hacen tener malos sueños; suenan como una marcha, a veces, como un nocturno; a veces, el silencio es simplemente silencio y somos nosotros oídos inexpertos que no logramos comprenderlo; aún así, no deja de maravillarme, de recordarme cuanto te quiero, cuanto me haces falta.
Y ahora me encuentro tendido observándote, indefenso; admirado de extrañarte incluso cuando no estás lejos; extiendo mi mano hacia ti y acaricio el aire que te rodea, acomodo tu pelo, sonrío para ti, como si puediera incluirme así en tus sueños... por eso este adagio es un adagio, porque para poder ser uno me faltas, mitad de mi ser, mitad de mi alegría; sé que no estoy incompleto, pero contigo soy filarmónica y no orquesta de cámara como cuando te hecho de menos.
Se va deslizando la yema de mi índice sobre la línea que construye tu perfil, cantan al compás los chelos; escapa mi mano hacia el harpa de tus cabellos que reposan en la almohada, me pierdo en la tersura de sus fibras y con tranquilidad despido el tercer movimiento, porque siempre podrá haber silencio, adagio que aletarga, pero también sol que entra por una nueva ventana, un nuevo día en el cual hay que ir despertándose.
Cuarto movimiento: Sonrisa - Vivace
Todo se hace sencillo de comprender; la mañana va danzando en el aire limpio de este pueblo y lo que antes era ruido se va convirtiendo en el perfecto fondo del paisaje que me dibuja tu expresión dormida. Hacía tiempo que no me sentía real.
El día empezará en cualquier instante a acelerar; pero no intentaré despertarte hasta haber oído suficiente de tu música, hasta haber completado con mis ojos cansados tu retrato utilizando mi recuerdo como lienzo; y sólo entonces, iniciaré la expedición traviesa de intentar despertarte.
Siento el tiempo, sé que va pasando pero aún no importa; dejo que la gravedad contacte mi mano con tu cuello; los platillos se oyen en el fondo en el momento exacto en que hacemos click y es como conquistar la luna espacial. Tu núcleo llama a mi centro, recojo la valentía de aproximarme a un universo desconocido y me acerco, tímido, avergonzado; temeroso de explorarte, para mi jamás dejas de ser mi mar sin línea de ocaso, hace tanto te conosco, incluso antes de verme reflejado en el espejo de tus ojos y sin embargo siento que no he logrado ver de ti ni el principio, aún me quedan tantos de tus lunares por memorizar, tantos besos por darte.
Respiro despacio, y mientras mi mano va cuesta abajo por tu brazo logro en un instante de concentración la ejecución impecable de besarte el cuello, espero, es como el minuto exacto en el cual uno sabe que la interpretación está por terminar, el segundo inmediato en el cual la ola de aplausos se convertiran en sonido de lluvia... espero, una fracción de ese segundo; y mientras en cámara lenta mi cabeza busca descanzar en tu hombro respondes con un dulce gruñido, se dibuja una sonrisa en mi boca, no puedo creer lo mucho que defiendes tu sueño, contengo la risa y las ganas de contarte lo que acaba de suceder, pero me quedo callado porque sé que después podré escribir de ello; entonces soy feliz, mientras tu debes estar regresando a esta realidad, mientras vas escribiendo tu despertar, yo soy feliz y egoista apoyado en tu hombro, escuchando un concierto de violines en staccato, concierto de primavera en un otoño que he declarado y tu regresas sin darte cuenta de lo que ha sucedido.
Yo podría escribir una sinfonía de cada despertar contigo;
si algo, alguna vez, he dado por sentado; creo que ha sido no poder despertar cada día contigo...
de ser tímido y temeroso de buscarte cuando te veo ocupada
de no escribir por cuantos compases debe ir el silencio y limitarlo
Pero jamás he dejado de encontrar música en cada detalle contigo, de buscarle color a cada instante inmediato en los taxis de vuelta a tu casa; de las sonrisas que das para otros pero que igual me iluminan...
Quiero escribir una sinfonía de cada despertar contigo,
escribirte por aquí, porque esta es mi declaración, porque así sonará más fuerte, porque así no podrás olvidar que tampoco yo quiero olvidarlo, extraño mis burbujas y mis paseos cruzando el charco; pero he encontrado otras cosas, he descubierto nuevos instrumentos, partituras por ser llenadas, lunares tuyos que no conocía y que piden ser colocados en mis mapas, y uno que otro secreto de ti que quizá te cuente luego...
te quiero.
Y el público deja vacía hasta la úlima butaca del teatro, la sinfónica se retira... yo te seguiré escuchando.