Y son esos días en lo que te levantas de la cama con una
sola palabra en la cabeza, una sola palabra que acarrea muchas ideas con
diferentes trasfondos, y no sabría cual corresponde a este día; solo sé que es
uno de esos días en los que mi cabeza debería dejar de exigirme esa necesidad
que deje vedada en la esquina más recóndita, ahí donde se acumula el polvo ese
lugar que olvido siempre limpiar. Tomé el paquete de cigarros que reposaba en
la mesa y al ponerme el pucho entre los labios me invadió una sensación de
malestar. Supuestamente el paquete de “Winston” reposaba a modo de pisapapeles
como un objeto que me recordaba dejar de fumar, tener la tentación a la vista y
no tocarla presuponía una victoria contra mi humanidad; hoy después de muchos
meses me tocó perder.
Aún acostado y con el pucho humeando entre mis dedos, solté
una calada ahogada y pensante reflexioné sobre el asunto en cuestión tratando
de encontrar la motivación de tan insomne sensación, buscando el más ínfimo
detalle. Todo tiene un porque, una razón; siempre una causa efecto que lo
define todo desde la existencia del universo hasta la vida misma del hombre,
sus pesares, sus fortunas y sobre todo la soledad.
No hablo de la soledad del ermitaño, ni de la soledad de
quien está lejos de la familia y amigos; sino de esa soledad que uno siente
cuando aprende el significado de amar a una persona ajena y todo lo que deriva:
el abrazo que gana un nuevo significado, la sonrisa dilatadora de todo pesar,
la mirada de quien te hace ser otra persona, pues con ella descubres un nuevo
ser en ti y te acostumbras a ese ser que descubre a otro ser cuando esa persona
que dejó de ser ajena se convierte en un adiós indefinido. Después de todo esto
lo único que nos queda es adaptarnos a nuestra nueva condición.
Pude voltear la mirada y ver hacia otro lado, pero hay
circunstancias que se escapan de las manos, podemos llamarlas casualidades que
se yo, son sucesos en la vida que no puedes evitar, como el nacimiento de un
nuevo ser; no puedes negarle la vida, pues tienes una convicción que esta
sociedad no te pudo arrancar. Y es cuando entraste a escena en un escenario que
había dejado olvidado; ahora es cuando no se que hacer con mi soledad.
...