El cielo fuera de Lima es precioso, aquí no es la excepción.
La luna se baña en un azul ultramar tan profundo, que mis ojos a duras penas pueden creerlo, mientras las luces del pueblo por debajo crean un manto de colores. Y como en un montón de otras situaciones, me pregunto cuál fue el momento en el que pasé a extrañar tanto compartir contigo estos detalles. Las burbujitas.
La vida aquí es sencilla, fácil, se vive cada día como si fuera inercia; no hay calles que me recuerden nada, no hay una habitación que te extrañe. Todo queda tan cerca que la penosa deambulación solitaria se limita sólo a algunos minutos; sólo queda extrañar la hora en micro hacia el hospital (que ahora son 5 minutos en una mototaxi) en la que podía leer, los libros son más largos en Huaral. Sólo queda el cansancio post guardia, el delirio del cansancio, escribir al vacío.