Escribir al vacío.

El cielo fuera de Lima es precioso, aquí no es la excepción.

La luna se baña en un azul ultramar tan profundo, que mis ojos a duras penas pueden creerlo, mientras las luces del pueblo por debajo crean un manto de colores. Y como en un montón de otras situaciones, me pregunto cuál fue el momento en el que pasé a extrañar tanto compartir contigo estos detalles. Las burbujitas.
La vida aquí es sencilla, fácil, se vive cada día como si fuera inercia; no hay calles que me recuerden nada, no hay una habitación que te extrañe. Todo queda tan cerca que la penosa deambulación solitaria se limita sólo a algunos minutos; sólo queda extrañar la hora en micro hacia el hospital (que ahora son 5 minutos en una mototaxi) en la que podía leer, los libros son más largos en Huaral. Sólo queda el cansancio post guardia, el delirio del cansancio, escribir al vacío.
He vuelto. Dormí un largo año,
descansé y estuve muerto,
pero gocé abril y de las flores blancas.

El poema, fragmento - Javier Heraud