Viajando

Todavía en Lima, no me queda claro si es el sueño, si son los nervios por cruzar el charco, si es el no sé qué de pensar en mí esa forma loca en la que soy especialista… tengo ganas de teletransportarme a Madrid y ahorrarme el súper vuelo.
Me encanta y sé que me va a encantar. Pero algo me jala los pies, quizás ese algo que normalmente los jala por debajo de la cama, ese algo del que escapé hasta ahora porque mi colchón está en el piso. Quiero ver, tengo los ojos muy abiertos; quiero sentir y “flipar” sintiendo.
Datos: aquí no hay tamales ni picarones. Los churros son como picarones, en forma, pero no en masa. Otro dulce, de cuyo nombre no quiero acordarme, tiene la forma de un churro pero la masa tipo picarón. Las cosas no se malogran, se estropean o se rompen.

Llegué y me estaban esperando hacía mucho en la estación. Yo sólo pensaba en la locura que iba a ser conocer Barcelona antes que Madrid por haber estado metida en la cama con amigdalitis. Fuimos a la casa de todos y de nadie, una “casa ocupa”. Ahora veo las fotos y hasta los colores eran perfectos. La primera noche me dijo: “las amigas de Rosaura duermen con las mochilas hechas por si viene la policía a sacarlas… ¿qué hacemos?”, yo sólo me reí. Y luego dijo:”cuando me contaron que era así hasta les pregunté si estaba mal que te dijera para que duermas conmigo en mi cuarto”; esta vez lo miré y mientras confirmaba que era uno de mis amigos más altos le pregunté si se movía mucho de noche, “sí”…. Ah, entonces mejor no.
En Barcelona las calles se angostan y las casas se acarician. Una flor en un balcón es el detalle perfecto para los edificios de óleo. Los colores de las frutas en la Boquería son sonrisas con sabor a ti.

Fue una noche de esas, en las que pienso más y más en lo que quiero soñar, en lugar de soñar simplemente. Fue uno de esos enredos en los que me meto cuando dejo que mi mente vuele, de la mano con espacios de mi cuerpo que no logro descifrar. Y lo desconocido llega con un toque de dulce, de risa. Y tiemblo, y abro los ojos, y sueño despierta y me asusto con todo lo que tengo entre las manos, sin saber dónde ponerlo, hacia dónde mirar.

Y en un pueblito lindo y con mar metí los pies al agua y terminé pensando en ti. Siempre llegas en los momentos en que deberías estar más lejos. Siempre porque encuentro espacios en los que me veo más “yo”, de tu mano. Y hablo de ti. Hay libros que no tienen última página.

En una de las caminatas entramos a la Pedrera, había una exposición del Arte en Venecia. Un cuadro me llamó la atención, el título era: “Les diferents edats de la vida de l’home i de la dona des del naixement finis a la mort”. La mujer de 5 años decía (la niña en realidad): “Soy alegre porque no sento de l’amor aun el tormento”. La de 20 años decía: “De mi juventud el fuego arde en excessivo grado, hasta ponerme en estado”. Me llamó la atención y me dio risa.

Como siempre el cuadro termina con una imagen del viejo(a) en la que la intención es notar que, en efecto, se parece mucho al niño recién llegado al mundo. Ahora recordándolo pensé, de enanos alguna vez nos han dicho “pedacito de gente”, y creo que eso somos ahora, cada vez más: pedacitos de gente.

3 comentarios:

Sebastian dijo...

"En Barcelona las calles se angostan y las casas se acarician. Una flor en un balcón es el detalle perfecto para los edificios de óleo."

Waaa... me gusta mucho eso... :P

Y en Lima? las calles se ennegrecen y las casas se ignoran; y encontrar ropa tendida en los balcones es el detalle que pinta sobre el smog de los autos. (quizá no?)

Anónimo dijo...

Barcelona las casas se acarician y en la plaza todas las calles terminan por abrazarse, haciendo una ronda.... por ahi paso mi corazon ... vivi su angustia y su desazon, sus lagrimas fueron mias ... aaaaaaaah Barcelona

Fernando A. Espinoza dijo...

gua!!!!!!