La receta de la felicidad

Corrían las últimas horas de luz por la tarde, estaba sentado en aquel lugar donde el té sabe a otoño; meditando en la cantidad de encendedores que habían muerto en mis manos y el genocidio de cigarrillos que habían causado, derramando su sangre negra, alquitrán y nicotina, en los ríos de mis alveolos pulmonares... batalla interminable diría yo.

Entonces todo estuvo claro, al menos parecía estar cerca a la receta de la felicidad:

"Busca a alguien tan o más miserable que tú"

Y se hizo el salud del logro con un café medio amargo y medio frío.

Se encendieron las luces del lugar, caderas pasaron por esa extraña dimensión donde toda muchacha bonita parece estar fuera de alcance; entonces, otro cigarro empezó a ser calmadamente asesinado.

Pensé en escribirle, decirle en el mail lo mucho que la extrañaba, que regrese a mi lado...

-Mejor beso el cañón de la pistola y jalo del gatillo con dulzura.-me dije regresando a mis zapatos
-No eres el personaje de tus historias. -respondí inmediatamente- Ni siquiera tienes una pistola... - Me dije regresando a la piel que uso todos los días.
-No pues, no lo soy. Todo sería más fácil si lo fuera. - Y terminó el pequeño monólogo cuando recordé que debido a una maldición, soy un terrible optimista, amante de la vida.

Las heridas que abrimos sin darnos cuenta,la salmuera que hacemos luego con aquella frase de cierre, como quién le coloca una cereza en lo más alto del pastel; los detalles que son más terribles que el cianuro, como el movimiento sutil del cuerpo casi en incercia e inconciente, el que otros guardan como dagas en la memoria... Debo haber lastimado más de lo que recuerdo.


Lo sé, porque a mi me lo han hecho, más veces de las que en ese momento podía contar.

"Quizás, sin mi
Tu universo sea mejor...
My dear. "

La primera estrofa de aquella canción que componía días atrás con Fernando aún tenía eco en mi cabeza; me recordaba aquel momento en el que empiezas a temer a quién más amaste, porque sabes que no podrías soportar más de sus ataques de amor terrorista apuntados hacia lo más profundo de tu ser. Porque claro, cuando te sucede a ti es peor que telenovela venezolana; pero cuando le sucede a otro es una bagatela sin importancia.

Corrían las primeras horas de oscuridad en la tarde, cinco meses después y recién lograba sentarme tranquilo en aquel lugar; a pesar de tener cicatrices sobre lo que alguna vez fueron heridas abiertas, mi corazón idiota no lograba comprender que no debe acelerarse con la mínima idea de aquella fémina. No importa, ya llegará el tiempo en que sus latidos sean tan suaves que olvidaré que existe (mi corazón, por supuesto).

Tal vez, sea necesario encontrar a alguien tan o más miserable que uno mismo; así ambos cuidarán de no lastimar, tendrán la oportunidad de no dejarse lastimar tan fácilmente. Y aunque no soy de aquellos fáciles de herir, debo dejar de creer que no pueden hacerlo; porque puedo ser duro mientras soy frío, pero a veces se aparece un alma bendita que logra entibiarme el alma.

Cuando terminó aquel café, supe que debía regresar a casa.

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