Ven

Uno un poquito viejo, pero sólo para mí... (sólo para mí viejo. ja.)
- Ven, que este sueño sólo puede ser de nosotros.

Caminaron minutos que parecieron años; años del mismo instante, con los ojos mirando las arrugas de la calle y las manos peleando contra la fuerza del imán; años de tiempos anteriores que se resumieron en una sola mirada y trataron de fundirse en cada segundo posterior.

Ya se lo habían dicho: hay libros que no tienen última página. El error fue la terquedad, la necedad de haberla inventado todo ese tiempo, pero nunca haber acertado al imaginar el momento real: él diciendo todo eso que trató de alejar, él extrañando, él poniendo las cartas sobre la mesa después de años de haber tenido todas las características de un jugador pasivo.

¿Por qué negarlo?, la agarró de sorpresa. Nunca tuvo problemas con eso de “ponerse la armadura” o “inventarse un escudo”, pero las sonrisas mezcladas con el olor y un aire de confesión e inmensa sinceridad jamás habían sido predichos, y su coraza vivió lo que vive una roca al ser erosionada por el viento, instantáneo, efímero quizás.

Caminaron lejos de la gente, tal vez sólo los separaban un par de metros, pero cada centímetro hacía las de milla y en el silencio se podían escuchar los corazones, las respiraciones. Fueron incontables los momentos revividos y otros tantos los que ninguno se atrevió a mencionar. Y quedó en el aire un aliento de felicidad, de paz, deseo, frustración.

Te quiero contar una historia que ni yo misma me atrevo a creer. Quiero compartir contigo un sentimiento tan viejo que no bastaría ese “siento como si nos conociéramos de toda la vida” para que llegaras a entenderlo. Últimas páginas, puertas que no terminan de cerrarse, así será siempre, si logras acostumbrarte a mi humanidad, a mi realidad. No es cosa de locos, puedes preguntárselo a esa alma que se sienta una vez por semana en un sillón frente al mío a escuchar mi música interior; es un ciclo, y como en los mitos, tendríamos que empezar a explicar hechos extraordinarios, que en este caso van atados a un saco de huesos y experiencias llamado “yo”.

Cuando lo vio sentado, rodeado de tantas caras conocidas, jamás se imaginó que sería él el recipiente de todas sus historias y risas esa noche. Los llevó el tiempo y las distancias, cerca de las conversaciones, cerca de la mesa con hielo y Ron. ¿Cómo puede sentirse un espacio tan pequeño si la gran muralla fueron los años y el rencor?. Nunca lo entendieron porque se dejaron llevar por la alegría de volver a conocerse, de volver a aceptarse existentes, dejar de negar todo lo que definitivamente eran el uno para el otro y todo lo negro que había sido el tiempo (al menos parte de él) revuelto con la imposibilidad de decir “te extraño”.

- Ve, que ese sueño jamás dejará de ser nuestro, porque siempre seremos los mismos, “porque nunca faltará un tema entre nosotros”.
Caminaron, cada uno hacia su castillo firmemente edificado, listos los dos para adaptar un cuartito como cuartito de los sueños, para reír y encontrarse siempre en una mirada.

Quiero que sepas que nada te hace menos y que son mis ojos los únicos que pueden otorgarte la inmensidad. Vive esta aventura conmigo, ahora que ya estoy contenta con el final de ese mi otro libro, ahora que entiendo que la magia está en construir la mayor cantidad de historias, y no armaduras ni castillos sin cuartitos adaptables.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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Sebastian dijo...

wtf!? que tipo de comentario era ese?... este... sorry, no volveré a aceptar los comentarios sin leerlos... je je je...

Sebastian dijo...

sobre el post...

Creo que la vida al final te deja eso; una sensación de ir creando recuerdos o como los llamas tú, libros cuyas páginas muchas veces no terminamos de escribir.