DIBUJANDO ADIOSES

Entretanto Nando camina por la calle vacía, ya muy de noche que apenas avizora un par de sombras que murmullan a lo lejos de su letanía. Él, mudo e inquebrantable, divaga bajo la noche fría y eterna; dibujando los labios de Keila para sí mismo, con la sola idea de abrigarse al rose de su ilusorio deseo. Mientras sigue por la senda a la puerta que hace poco acariciaba con ansias con la sola idea de verla y disfrutar de sus ligeros respiros cada vez que le pillaba un beso de improviso (instantes eternos que no volverían).

Dudando, saca de sus bolsillos un cigarrillo y con la otra mano rebusca sin éxito el mechero que ella algún día quiso tener, y que él egoístamente le negó; en ese instante lamentó no habérselo dado y se pregunto - ¿tendrá algo con que recordarme?-; e inevitablemente se abandona en mil interrogantes. Sobrecogido retoma su camino y alzando la mano dibuja un adiós, mañana pasaré a saludarte.

Devolviéndose a sus pasos se mete a una tienda no tan lejana a “la puerta”, lanza una sonrisa fingida a la viejecita y sin muchas ganas de sonreír le compra un cigarrillo y le dice un susurrante –Gracias, hasta pronto-. Y se va alejando de las rejas de la tiendecita, vira hacia “la puerta” y aprieta el filtro del cigarrillo entre sus labios y dientes; baja la mirada y se va.

“la puerta” se abrió nuevamente y no es a él a quien despide.

No hay comentarios: