Paraíso nocturno y otros demonios

Viernes como muchos, al salir del trabajo pasadas las 7:00 de la noche pensé que hacer para relajar mi tan estresado cuerpo, un buen amigo mío y de la noche también se ofreció a ser mi guía por las candentes calles de San Isidro, de lujosas oficinas y de emporios comerciales. Caminábamos sin rumbo cuando de pronto paramos en seco, él con una mirada picara me dijo: “este el paraíso”.

No me di cuenta pero habían transcurrido casi dos horas. Entramos a la boca del lobo, una luz tenue pero chispeante nos dio la bienvenida. Al levantar la mirada pude apreciar una especie de vitrina que presentaba lindas señoritas sentadas, muy ligeras de ropa, a la espera de un trago y porque no de un parroquiano dispuesto a gastar todo su dinero en ellas.

El eclipse era duradero en el lugar, pero el reloj seguía su marcha implacable, eran las 9.15 de la noche (mi amigo había ido en busca de lo suyo) y los astros solo reflejaban pequeños sillones con mesas de igual tamaño, y una barra al fondo limitando el universo de aquel lugar tan explorado por devotos e ingenuos muchachos.

Tardé en elegir pero tímidamente logré hacerlo. Ya el tiempo era de lo de menos para mí. Pedí un trago y con el llegó una mujer de mirada inocente –por lo menos al principio- de carne y hueso, que siente emociones, se envuelve en pasiones, y que disfruta enormemente del erotismo. Afligido por la duda, busqué en su figura algún gesto de desaprobación y al no encontrarlo calmé mi mente y me dejé llevar a tal extremo de cuasi arrastrarme a un ambiente sórdido de morbo y bajas pasiones.

Ya ubicado en un ambiente seguro, pero desafiando la hora, pues eran casi las 10.30 de la noche, pude sentarme en un suave y calido sillón hasta donde llegó una nueva ráfaga de luz preguntando: caballero, ¿que se van a servir? y sin más preámbulos pedí una cerveza para mí y bueno la señorita pidió un whisky, era de esperarse.

La noche en ese pequeño universo lleno de vitrinas y astros de 50 watts terminaba para mi, y al golpear la media noche, luego de algunos tragos más o menos pude ver más allá de lo que quería, el precio que debía pagar era demasiado alto para tan efímera y depravada diversión.

No hay comentarios: