CIudad y Neblina, segunda parte

La arboleda central de la calle está vacía, al parecer no hay muchas personas que quieran salir una noche fría del domingo a caminar, se convierte entonces en un lugar perfecto para mi, un camino sombrío, solitario y ameno por el cual mis zapatillas van desfilando una frente a la otra tragando los bloques pequeños de cemento puestos geométricamente sobre el suelo; el viento está helado y prácticamente es agua lo que respiro; el reproductor lanza entonces una canción que me lleva a recordar cosas que no necesito recordar y la urgencia de encender el cigarrillo que lleva un rato bailando entre mis dedos me obliga a buscar un lugar donde poder sentarme.
Y ahí estoy, aprendiendo lo necesario a veces de recordar la importancia de olvidar, inventando historias surrealistas, imaginando que si ese preciso momento fuera congelado, si no pudiera ir hacia atrás o hacia adelante en la línea temporal, no sería para nada desagradable; hace frío, pero no tanto como para querer ir a casa, el paisaje es sutilmente tétrico y mismo tiempo acogedor; no estoy triste, pero no termino de ser feliz; y las estrellas que se esconden detrás de las nubes seguro que están armando figuritas como cualquier otra noche, y me digo "este sería un buen momento para una instantánea... lástima que la cámara me la he dejado en el dos mil cuatro"
La niebla está densa, fácil que tengo sólo doscientos metros de horizonte, esos doscientos y las luces que vienen por detrás, que van un poquito más lejos; resulta "divertido" encontrar en aquel escenario la comparación exacta para la forma en la que veo la vida, ver hacia adelante es como encontrarse con esta niebla, la imagen clara sólo hasta un poco adelante; después, una cortina de agua opaca que sólo permite colarse algunas luces que me he puesto como nortes en mi camino; sin saber nunca el detalle de lo que está por venir, hay que avanzar para poder darse cuenta... y si juegas a adivinar que habrá detrás de ese velo, lo más probable es que termines recogiendo tus pedazos en la siguiente esquina.
Los coches que pasan cada vez son menos, bastante extraño era ya el que no hubiera gente como para que ahora no encuentre forma de regresar a casa, en esta ciudad, en esta ciudad y neblina, resulta fácil perderse en el camino. Una canción de Satie hubiera sido genial para darle el toque final... aunque nunca supe qué sentir concretamente cuando las escucho, hubiera sido genial...

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