En los tiempos del miedo

La butaca triste del teatro me esperaba, era aquella entre el grupo de personas a la izquierda y a la derecha dos amigas conversando de algo lo suficientemente íntimo como para callar en cuanto ocupé el único asiento vacío de la fila. La función empezó cuando el actor principal quitándose el polo empezaba sus líneas; y ahí me encontraba yo, perido en medio de un mar de personas, sintiéndome náufrago a lo Robinson Crusoe. 

Durante una hora y veintiocho minutos, se fué explicando el miedo de dicho personaje a zambullirse en el agua, el miedo a nadar en esa piscina ficticia que estaba entre él y nosotros; su miedo de creer en algo, de no saber delimitar ciertas fronteras... de no saber cómo levantarse. Y ahora, sentado frente a la misma pantalla de todas las noches, con un vaso de boldo amargo que refleja un anaranjado hipnótico, me queda la extraña necesidad de pasear por mis miedos propios, con la esperanza de poder también respirar, como lo hace el personaje al final de la obra. 

Tengo miedo de la soledad; de sus dulces abrazos a los cuales inevitablemente termino regresando, del regazo tan cómodo que me inventa y de mis ganas que cada vez son menos de dejarla atrás. De darme cuenta que siempre termino cocinando para dos, y no hay quien se siente a cernar conmigo a decir "que mal te ha salido el aliño hoy!" y reir mientras intentamos terminar la ensalada; porque cocinar solo para uno es difícil y extraño, no termino de saber si realmente está rico aquello que he preparado; como hoy por ejemplo, la vinagreta está rica, pero hay algo en su color que no llama a probarla, o al menos eso creo, y me encuentro con que no hay a quién preguntarle... quizá por eso había dejado de cocinar.

Tengo miedo de dormir, cuando me acuerdo que los sueños son fugitivos de mi razón, y termino inventando imágenes en mi cabeza, de escenas y escenarios en los cuales yo era feliz; en los cuales esa persona especial no desaparece cuando suena el despertador por la mañana, y tiemblo.

De soñar despierto, de olvidar quién soy; de no poder creer tampoco, como el personaje, porque "la vida" acostumbra darme por el lado en el que aún no soy fuerte; de terminar creyéndole y hacer cicatriz donde había una vez un sentimiento... de terminar creyéndole. 

De no volver a descubrir, de no volver a besar, de encerrarme tras puertas invisibles en universos paralelos... Y entregarme otra vez a la inercia que tiene un sentido que le da sentido a seguir hacia adelante, de ser yo de antes. 

A problemas complicados, respuestas sencillas, mañana cenaré la misma ensalada, no habré cocinado para dos, sino para dos días; mañana iré creyendo, y olvidaré otra vez que fue diez el siguiente mes, y volveré a sonreir sobre las cicatricez y me diré yo también "respira!"

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