ESTRADO PAVIMENTADO

Bajo el sol radiante y con la tenue luz roja como única referencia de tiempo, comienza la función . No es magia en su sentido literal, pero sí lo es en su sentido artístico. Son las tres de la tarde en la esquina de la avenida Canadá con Paseo la República; vestido con un estilo hawaiano y trenzas que nos hace recordar a Bob Marley, trabaja Arturo como malabarista callejero.

Valiendo la inmovilidad obligada que genera el semáforo en luz verde, Arturo gira la mirada y dice “No lo llamamos esquina, porque suena como zona para gente cualquiera y nosotros somos artistas. Le llamamos estrado pavimentado”. Parado bajo la sombra del semáforo esperando con ansias esos treinta segundos empieza a mover los brazos y agitar las pelotas.

Entrado en escena y luz roja del semáforo, despliega su arte frente a los vehículos motorizados, calcula 20 segundos para mostrar la maravilla del arte entre siluetas de manos y asombros movimientos rimbombantes que aturden a simples pasajeros o atónitos niños. Y en tiempo record pasa su ligera gorra por las aberturas entre los autos dando siempre un cordial saludo y una eterna sonrisa. Lo lamentable es que a veces no siempre vuelve a la vereda con algo adentro, solo esta llena de cabellos e ilusiones pasajeras.

Ya pasado una hora entre varios rojos y verdes, Arturo cansado de tanto trajín, ventanas cerradas de autos, miradas despectivas, mal humorados choferes y callos en las manos; se sienta en la vereda a descansar.

De pronto se escucha un ruido que emanan los vehículos que llegan a gran velocidad, Arturo grita “Serenazgo, castigadores del artista libre”, de forma brusca corre sorprendido a la vereda de siempre, coge sus tres pelotas y da marcha hacia delante en busca de otro estrado pavimentado. Ya que la calle como el es libre.

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