Quizá lo que extrañe más de quererte, no sean los paseos de noche por la ciudad,
ni los cafés bien acompañados, ni las conversaciones largas de cualquier tontería.

Quizá lo que extrañe más de quererte, no sea que fui una mejor persona cuando estuviste aquí
ni los desayunos que inventé para despertarte, ni las velas en mi mesa, ni el vino.

Quizá extrañe tu cuerpo, tu calor, tu presencia física; las caricias, que tu de sabia o tímida, eran escasas a veces. Ni tus besos en mi cuello de cuando me querías, ni aquellos que dabes apurada, ni aquellos que no dabes cuando debías darlos.

Ni todas las veces que con tanta fuerza tuve que aguantar pedirte que te quedes.
ni los viajes, ni los relatos de los viajes, ni conocer más allá del mar en tu voz.

Ni los sueños, compartidos o divididos.

Quizá aquello que extrañe más, son tan sólo esas pequeñas cosas que ayudan a vivir.
Perderme en la imagen de ti, tantas veces, tantas de aquellas que jamás notaste; tomar tu mano orgulloso, tu aroma que me acompañaba tantas campanadas.

Cada quien con sus demonios.

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