El silencio de la tarde

En mi casa las tardes siempre son calladas, excepto en verano que los niños salen a esta hora a jugar y arman de la pista un patio de juegos.

Cuando hay silencio, inevitablemente te extraño; sin querer, o queríendolo. Aunque existan miles de razones para seguir sin más, también existen una cuantas para recordar como eran mis tardes hace un año o poco más.

El camino hacia el olvido es largo y lento, desaparecer cuesta más que sólo proponerselo; y perderse en esta estación es más sencillo de lo que se podría imaginar. A esta altura sólo he hecho lo único que me quedaba, para poder dormir, seguir con mi vida, ocuparme a más no poder y me va bien así, como tú solías enseñarme que se debe hacer.

No tengo fuerza para salir a buscarte en invierno; pero quizá, tú puedas llamar a mi puerta algun día para recordar, y quién sabe... Tal vez, ya no sea tan difícil vernos a los ojos otra vez.

1 comentario:

elena clásica dijo...

Recuerda: "qué suerte y qué dolor que pueda sentir así". No renuncies a tener la suerte de ser invadido por la angustia terrible del recuerdo, ello te hace vulnerable pero esa vulnerabilidad te torna sensible y poeta, sólo los poetas están cerca de comprender...