Si tu hubieras llegado a pedir por mi otra vez, qué diferente serían las tardes; qué clase de dama se reusa a dejar caer sus dorados cabellos por el balcón, por miedo a que uno pueda lograr trepar a la torre más alta.
Qué clase de historia escribimos, refugiándonos en egoistas presunciones; qué clase de era dejamos detrás de nosotros, y un amor cobarde que no escaló torres ni mató dragones.
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