Del viaje/ Corto II

El reloj de pared está suspendido en las seis y veinte, dios sabe de qué día; y la soledad que tanto tiempo me ha acompañado es la única tendida a mi lado en una cama demasiado grande como para disfrutarla sin compañía; aunque de cualquier manera jamás le pediría a alguien que me acompañe a un cuarto de hotel tan barato como lo es este.


Estoy viajando, improvisando en la carretera como mejor se pueda y uno no puede pedir mucho cuando busca un lugar simplemente para pasar la noche, para dejar en un colchón lo pesado que es estar todo el día sentado en un automóvil. Hoy descubrí los vientos paracas, vi como levantaban la arena en pequeñas nubes que se estiraban a lo largo del camino, dibujando serpientes delgadas sobre el asfalto; pensaba para mi mismo que quizá con vientos como éstos se podría ir volando lejos esta sensación a vacío que llevo desde hace meses, pero no, el vacío no escapa y tampoco se llena a pesar de cuanto humo de tabaco entre a tus pulmones.


Hoy aprendí que los vientos de este desierto a veces llegan con tal fuerza que logran empujar la brisa del mar varios metros hacia dentro; quizá si no lo hubiera mencionado mi padre, jamás hubiera podido imaginar una playa donde la brisa corre al revés y quizá si estuviera en esa playa, en ese momento, no notaría la corriente aeólica anormal… Quizá cuando uno vive, hay cosas que son imposibles de notar hasta que otro lo menciona.

1 comentario:

elena clásica dijo...

De un lirismo intenso, brutal, arrebatador como la brisa que corre al revés. Una belleza.