Mandinga

Hoy extrañé un poquito mi soledad.
Los ojos, dulces, que me acompañaron, fueron una mezcla de alegría y cárcel, atrapada en el no poder escapar en mis ratos de vuelo con las manos.
Y ahora que escribo luego de una ducha caliente y unos fideos con una amiga de hace muchas lunas… siento que lo hago… jajaja.
Y no puedo evitar reír mientras el agua gotea por mis pies cansados.
35 pisos. Casi 35 fotos. Con seguridad 35 sueños. Un perfil que lo dice todo, una campanada que devuelve el tacto a mis manos. La prisa, la vehemencia por llegar a lo más alto, hacen que se pierdan de muchos techos, de sepias y blancos y negros.
Caracol de piedra. Se va angostando mientras descubre, cada vez más altos, los techos que persiguen su historia.
Nunca pude proyectar en 3D los cuadraditos con números y leyenda de los mapitas que reparten, con una bonita sonrisa, en las estaciones del tren. Tal vez sea porque prefiero perderme entre las calles, llegar a un Jardín cuando busco el Alcázar, para luego encontrarlo y descubrir que siempre estuvo, tan cerca.

VACÍO CASUAL EN MI CUADERNO… comiendo fresas en casa de Chana.

Deslizo la mano y el lapicero está ahí, esperándome.
El sol me cae en la cara y todo toma un color caramelo a través de los lentes oscuros.
Los niños se sientan en el banquito amarillo y los viejos pedalean a un solo ritmo, sonriendo. Yo busco sus miradas, y río con ellos.
Acaba una canción y reconozco el ruido de muchos pájaros, otros vuelan sobre mi cabeza.
Ayer fue una noche de cubatas. Hoy soy un fantasmita y vuelo por las orillas del río.
Tengo sed y quiero una bicicleta.

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