Odio a granel

la vida nos pone al límite, al borde del espejado brillo del cuchillo... a veces el odio crece en nosotros sin que siquiera lo notemos.

Estoy en la cola de la "caja rápida" maldiciendo a la cajera, sé que ella no tiene la culpa de nada, pero igual la maldigo... odio sin razón a todas las personas que están antes que yo, veo que tienen más cosas de las que están permitidas, veo que pagan con tarjetas de crédito y hacen todo un proceso engorroso. Pienso que es fácil odiarlos, que quiero hacerlo, porque hacen que mi vida en ese preciso instante sea una porquería; ¡sólo quiero comprar pan por dios santo! no quiero comprar todo lo que, en ese instante, me parece una porquería. Se me hace tan fácil despotricar contra todo ser humano que esté entre la cajera y yo, esa cajera que odio con fervor, porque en mi mente ella no sabe atender o no le importa, no sabe lo importante y el deber de estar en la "caja rápida"; no, a ella no le importa, porque no le pagan por atender rápido, le pagan por estar ahí todo el día pasando chucherías frente al lector laser y dando vueltos que ni siquiera tiene que calcular porque la estúpida máquina le da todos los cálculos... y yo la odio, a la máquina por ser tan lenta, y a la cajera por ser estúpida... o al revés, da igual.

Ni siquiera tengo que conocer a la tia que está delante, veo su facha y sus compras y me es suficiente para odiarla también; encima tiene el descaro de irse y dejar "guardado" su sitio según ella, para traer más cosas, yo pienso, la próxima vez haré esa pendejada, me pongo a la cola y faltando cuatro personas voy corriendo a comprar todo lo que necesito así me evito hacer la cola ésta... o el tipo de atrás que sabiendo que es la "caja rápida" y que en el letrero dice bien grande MAXIMO 10 PRODUCTOS el hijo de la guayaba va y mete cinco cosas más bien disimuladas... tengo unas ganas espantosas de tirar todo al suelo y salir de la tienda, pero ya he esperado mucho y me falta tan poco para llegar a la cajera a la que le guardo tanta tirria.

Por fin llego a la caja, antes de pagar doy una mirada a la larga cola que hay detrás de mi y sé, porque lo puedo sentir en mis huesos, que todas esas personas me odian también, y entonces, soy feliz.

1 comentario:

elena clásica dijo...

Poesía del odio cotidiano. Sí, señor, ya era hora de que algún valiente, quién podía ser, lo expresar con las palabras que merece. Si que es en estas circunstancias, el odio es un sentimiento sublime, y tan merecido por algunos.
Bárbaro, bárbaro.
Besazos.