La Combi un deporte de Aventura

“Las pistas de Lima en sentido combi
equivalen al Rally del Inca”

Todos los días lo mismo. Levantarse temprano, subir, pagar el pasaje , mostrar el carnét , dar las gracias (porque en casa a uno le enseñaron los buenos modales) y decir “bajo, bajo”.
En fin, el ajetreo diario y de nuevo por las noches lo mismo: subir , bajar y toda la parafernalia de los viajes.

Por eso detesto viajar.

Odio las combis, odio tener que subirme a esos cucarachones de la muerte, porque siento que entro (o participo) en una especie de Rally.
Subirse a una combi, entonces, se convierte en un completo deporte de aventura.
Odio al cobrador faltoso, detesto a los buses y las coasters, tengo una reserva especial de odio a los gileritos de bus, desprecio con ganas también a los chicos que se juran ricos y puntean a las chicas. Simplemente me dan naúseas.
Odio también las combis parranderas, donde la rica cumbia retumba en tus oídos y no te deja escuchar ni una palabra cuando estas recibiendo una llamada…
Miro mal a los taxistas o ya sea cualquier chofer que toque el claxon salvajemente creyendo que su tu-tu-tu-tu es un súper hit contagioso, es más soy una de las pocas personas que cree que aquellos sonidos horrorosos deberían prohibirse , porque francamente enferman.

Me causa indignación cuando en un bus sube una ancianita o una mujer embarazada, discapacitados y las personas, generalmente los hombres, se hacen los dormidos. Aborrezco las peroratas patéticas de los vendedores de caramelos, que cada día se les muere alguien :el hijo , el primo , el loro , el gato , etc ...abusando de la buena fe de las personas.

Hoy es uno de los pocos días en que salgo temprano dela escuela (Jesús María) y feliz abordo mi carrito con cierto aprecio, me parece tan melodioso ese: “Javier Prado todo Javier Prado”.
Llego a Javier Prado, exactamente al puente de la Universidad de Lima, camino, muriéndome de frío y mientras escucho un poco de Filio, Cepeda y Sabina creo ilusamente que Lima puede ser hermosa.

Me quedó varada durante veinticinco minutos (que para mi son como mil horas) esperando una mísera combi que me lleve a casa. Lo logro.
Subo a este nuevo cucarachón y el choro del cobrador me cobra un sol por tres cuadras (ojo no me quejo) pero es que para mis patas y para mí, eso es un asalto a mano armada , pero que queda, solo pagar.

Lo maldigo sonriendo.

Bajo en calle “C” y tiritando de frío cruzo las dos pistas que me conducen a mi humilde hogar, veo un par de amigos en una esquina- me pasan la voz - los saludo de lejos, lo que menos quiero es lorear con este frío.

Llego a mi casa y felizmente me voy a dormir a conversar un ratito con Morfeo sobre seres mitológicos jamás comprendidos, no sin antes suspirar y decir; mañana es otro día más. Mientras llega el sueño pienso en el trabajo de diagramación que tendré que hacer, en las tareas atrasadas y dentro de esa letanía pienso ilusamente si algún día desaparecerán las combis.
Ojalá pronto nos civilicemos y vayamos en tren, pero Dios no me escucha...
Ahora nos mando el Metropolitano.

3 comentarios:

Sebastian dijo...

jajaja, vamos... que el lentopolitano te ha hecho algo... confieza!

Dios no nos escucha desde hace unos cuantos miles de años, le dió una sordera como a Beethoven y no nos dejó ni una quinta.

Daness dijo...

El lentopolitano me hace renegar, me ha hecho llegar muchas veces tardes...jajaja picarón, qué buena suspicacia!

Fernando A. Espinoza dijo...

jajaja esto lo tiene que leer Ricardo jajaja... pero supongo que el lema del "metropolitano" es "lento pero seguro"... y de seguro que llegas tarde.