LO TRISTE

Quizás una de los peores defectos que tengo sea el no ver lo que es evidente. Este defecto volvió por segunda vez cuando la palabra amar nació de forma natural nuevamente. La primera vez que amé, pensé que no habría una segunda y cuando llego la segunda me tragué la primera. Ahora pienso que no habrá una tercera; pero quien sabe. No sé que hará el tiempo con estos sentimientos que aún guardo por ella. Es gracioso: ella no está y la sigo amando y solo queda esperar a que ese afecto se disipe.

Es un tanto difícil aceptar que nunca más la volveré a ver y, aunque esto sea relativo, la idea de imaginar cómo serán los días sin escucharla me resultan inquietantes. Es triste decir adiós a una persona que te ofreció lo mejor de sí para crear tan bellas experiencias. Es como si el amor personificado hubiese fallecido dejando solo un rastro de memorias.

Ahora solo queda velar por uno mismo. Hacer el camino que me propuse pues no acepte andar por los que ya fueron transitados: asumir mis pasos, lo real de la situación y aceptar que está historia tuvo el final que suelen tener otras historias similares. Pero esta historia la atesoraré para toda la vida, o al menos hasta que una tercera tenga la paciencia de conocerme.

Lo más triste de amar es decir ADIOS.

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