3.

Ya no escucho el reír de sus tardes ni el vaivén de su vientre, sus despertares ni sus noches.
Ni el silbido de la aves serán suficientes
Nada complementa el refugio desvalijado.
¿Las melodías que dibujaba en mi almohada se inflan
En una cálida despedida?

¿El adiós será un hasta siempre?
Regurgita mi mente, el saber no estar ahí se simplifica en una esperanza precaria
Como el grito de quien canta a la añoranza
Huella de recuerdos grabados en arena.

El acido me dibuja sus formas y la hierba me expone sus matices
La ingenuidad toca sus rastros inocuos donde alguna ves reposaban sus manos
Diluyéndose en anestésico brebaje para mis noches insomnes
Gracias por la cobija de tu tacto grabado en nuestras madrugadas.


Al alba dejaré la manta en tu alcoba y me refugiare en tus quimeras
Me entregaré a la locura de los que nadan a rastras.
Bajo las atónitas miradas de quienes “hacen lo correcto”.
Mientras que en mi insania susurrare un “buenos días” al viento.

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