Pianissimo

Piano, pianissimo… Acarician las cuerdas los martillos en armonía, y la combinación matemática de destreza y alma rompen en el silencio… La habitación está oscura, el cansancio cubre mis ojos, el sueño de tenerte a mi lado se va desvaneciendo mientras las escalas me sumergen en un sin fin de imágenes que se secuencian sin sentido, una sonata en un claro de luna, una luna en un cielo oscuro, un cielo entre nubes, y el ventanal gigantesco de un salón inmenso; quizá febrero y el insomnio del verano, quizá invierno y el refugio de la chimenea… alfombras rojas sobre el piso helado, copas de vino, o un vaso solitario de whisky mezclado con agua bendita, o hielos desde la antártica, mantenidos ilesos en el pecho de una joven de corazón frío

Tristeza, tranquilidad, simple maestría, como la vida misma; nunca una sola respuesta frente a una situación determinada, porque al final somos una gamma de expresiones, una gamma de sentires y no una respuesta automática… Escalas, octavas más arriba, que fatal me siento, por no saber reaccionar frente a lo que parece importante. Y conversan las notas en la partitura, o quizá en el aire, dibujándose como sombras que no se pueden ver sobre las cabezas, que extraña es la capacidad humana, de entender música como música o arte como arte, el vaivén repetitivo de una mano izquierda sobre teclas graves, y el alma tiembla, o se reconforta sintiendo nada más que una simple ironía.

Pensé que cuando volviera a oír a Satie, me sentiría triste; pensé que estaría triste al volver de tu casa, y me senté con Satie, y sentí tranquilidad… la paz de la soledad, del desapego pero no es lo suficientemente largo, no hay canción que dure para siempre, de pista a pista hay un clic que me recuerda la diferencia entre un cd y escuchar algo desde Internet; un clic que me recuerda lo estúpido que es marcharme de tu lado, lo tonto de no extrañarte.

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