Matanzas

Hace unos días fue retirado de una página web finlandesa un vídeojuego que se vendía bajo el nombre de “Kindergarten Killer” y que consistía en ingresar a un jardín de la infancia virtual y matar niños con una escopeta. Ganaba el que mataba más niños.
La página web decidió el retiro de ese juego por propia iniciativa, aunque el juego se puede “bajar” todavía de otros sitios del internet.“Kindergarten Killer” debe de haber inspirado a muchos psicópatas y despertado el hambre de muerte y los afanes sádicos de miles de amantes del crimen. Eso se llama “captar las señales del mercado”, según la clásica definición liberal. Esa es la otra cara de las hipotecas basura: la basura endovenosa que va directamente al alma y te gradúa de consumidor atento a las novedades de la muerte. La demanda es la locura y la oferta el espanto.O sea que si compras tal auto serás feliz, si te bañas en esa colonia un seductor, si bebes esa agua colorada un posmoderno, si te afeitas con esa máquina un depredador sexual. Y si practicas lo suficiente con el “Kindergarten Killer” es posible que algún día te animes a pasar del simulador a la realidad y entres a una escuela disparando a matar y girando 360 grados para cubrir toda la escena.
Hace dos semanas aproximadamente, precisamente en Finlandia, un aprendiz de cocinero llamado Matti Juhani Saari llegó a los 22 años convencido de que “tenía que hacer algo importante”.
Y vaya que lo hizo. Pensando quizá que era excesivo matar niños, se decidió por adolescentes. Así que entró a un centro de formación profesional, optó por un salón donde se estaba procediendo a un examen y empezó a disparar a todo lo que se movía y gritase. Mató a ocho chicas, a un muchacho y acabó la faena con el maestro. En seguida procedió a extraer de su maletín un líquido inflamable e incendió la escena del crimen. La policía supuso –y con razón– que algunas de las víctimas murieron por el fuego luego de haber sido heridas. Digamos que Matti Juhani Saari era un perfeccionista. El último acto de su “performance” fue suicidarse.
“La solución es Walther” había escrito semanas antes el asesino. “Walther” era la marca de pistola que tenía en casa. Y, por supuesto, había colgado un vídeo en Youtube haciendo prácticas con “Walther”.
Finlandia es uno de los tres países con más armas per cápita. Tiene 30 por habitante, menos que los líderes en la materia: Estados Unidos y Yemen.Finlandia se ha modernizado con pasos de gigante. Desde luego, eso implica no sólo el crecimiento sostenido y la inversión del exterior. También supone su inmersión en la religión del mercado, su sujeción a la ley canónica de Friedman (“¡muera el Leviatán!”) y su renuncia a todos los valores que no tengan que ver con el valor del dinero.
En el 2002 se dio una primera señal de ese aggiornamento con el decálogo de Berlusconi y Sarkozy: un muchacho dispuesto a ser famoso se musulmanizó para mal y se hizo trizas con un cinturón- bomba. De paso mató a siete personas porque lo que hizo lo hizo en un concurrido centro comercial de la capital finlandesa.
El año pasado, la marcha finlandesa hacia la sacralización del mercado y la abolición de toda utopía dio una todavía más vigorosa muestra: Pekka Eric Auvinen, de 18 años, entró a una escuela secundaria de Tussula, 50 kilómetros al norte de Helsinki, y mató a ocho personas disparando al bulto con una pistola calibre 22. Cumplida su tarea, se mató con un tiro en la sien. Todo limpio y claro como en los vídeojuegos. Limpio y claro como el sistema que pare monstruos limpios y claros. Ese sistema que sólo “los descontentos”, “los comunistas”, “los atrasados” –de Chomsky a Michael Moore– pueden criticar. Ese sistema que aquí el diario “La Razón” defiende con la misma pasión con la que antes insultaba por dinero.

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